miércoles, 6 de enero de 2016

CONCLUSIONES



La verdad… ¿Qué es la verdad en la historia? ¿Existen acaso verdades históricas absolutas? Adam Schaff, en su libro “Historia y Verdad”, hizo una discusión lúcida sobre este asunto. En su obra, Schaff sostiene que la verdad absoluta en la historia es la suma de una serie de verdades relativas. En cada época, cada sociedad revisa su pasado para escribir una historia que responde a sus circunstancias y a sus necesidades presentes. La aparición de nuevas fuentes, el desarrollo de nuevas teorías y de nuevos métodos de análisis, o la evolución de las preocupaciones sociales en cada época determinada, introducen variaciones importantes en el trabajo del historiador.

El descubrimiento de América no escapa a esa lógica, desde la cual resulta más sencillo explicar la evolución del gobierno colombiano frente a las celebraciones del IV y el V Centenario de la llegada de Colón al “Nuevo Mundo”: si en 1882 su presidente regaló a España el Tesoro de los Quimbayas, en 1992 una sensibilidad diferente propició iniciativas para repatriar el tesoro a Colombia. En menos de 100 años las elites culturales del país pasaron de reconocer al hispanismo como pivote de la identidad nacional a posicionarse en posturas críticas a la conquista, en las que otorgan mayor relevancia a su herencia nativa.

¿Quiere eso decir que ni Colón ni los españoles descubrieron nada en América? Para responder a esta última pregunta, convendrá recuperar las reflexiones de Schaff sobre la verdad en la historia. Que cada sociedad revise su pasado en un momento determinado para escribir su historia, de ninguna manera implica que en la escritura de la historia primen las lecturas subjetivas del pasado frente a la objetividad de los datos que los describen: sin lugar a dudas, la subjetividad del historiador interviene en la construcción del relato histórico, pero su relato será histórico en la medida de que su punto de vista no deforme los eventos del pasado. Bajo estas coordenadas es que debe revisarse el concepto de “Descubrimiento de América”.

Decir que los paleondios descubrieron a América es una verdad parcial que, por otro lado, no invalida el hecho de que los vikingos también descubrieran al continente para el mundo escandinavo, o que Colón también lo hiciera después para la Corona Hispánica y el resto del Viejo Mundo. A su manera, cada uno de ellos, y de acuerdo a sus circunstancias, descubrieron una porción del planeta que era ignorada por la inmensa mayoría de la humanidad. Es sin lugar a dudas en este último punto donde reside una de las diferencias más radicales entre uno y otro descubrimiento, pues mientras los descubrimientos de los paleoindios, y los de los vikingos, sólo implicaron a una pequeña porción del género humano, los descubrimientos de Colón, que coincidieron con la eclosión de la imprenta, se difundieron por todo el planeta, y las acciones derivadas de ese acto inauguraron una nueva época de la historia mundial.

Por otro lado, recuperando el enfoque de Klimovsky, podemos argumentar que tanto los descubrimientos de los paleoindios, como los de los vikingos, y hasta cierto punto los descubrimientos de Colón, fueron auténticos topetazos: todos ellos tenían conciencia de haber descubierto algo nuevo, pero jamás captaron la realidad de las tierras a las que habían llegado. De hecho, Colón murió en 1506 creyendo haber viajado a las costas orientales asiáticas; sus exploraciones, sin embargo, abrieron las puertas para que otros cartógrafos europeos, como Américo Vespucio, comprendieran que las tierras a las que había llegado pertenecían a un continente desconocido. Desde la perspectiva de Klimovsky, sería éste un descubrimiento de nivel dos, en el que al descubrimiento inicial se añadió una conceptuación precisa, que por primera vez en la historia de la humanidad era congruente con la realidad geográfica americana.

Por lo tanto, podemos concluir que sostener que Colón descubrió a América el 12 de octubre de 1492 es una verdad histórica parcial, pero que a diferencia de los descubrimientos anteriores, la difusión de la noticia, y sobre todo las consecuencias derivadas de ese acto, cambiaron para siempre el curso de la historia de la humanidad.


BILIOGRAFIA

Gamboa Hinestrosa, Pablo (2008). “El tesoro de los Qimbayas un siglo después”. En Policromías de una Región. Procesos históricos y construcción del pasado local en el eje cafetero. Editado y coordinado por el Dr. Alexander Betancourt Mendieta. México: Universidad Autónoma de San Luis Potosí y Red Alma Mater del Eje Cafetero.

Shaff, Adam (1982). Historia y Verdad: ensayo sobre la objetividad del conocimiento histórico. Barcelona, Buenos Aires, México: Editorial Grijalbo.


IMÁGENES

Magnifying Glass, en https://goo.gl/b6TM8e.


COLÓN DESCUBRE AMÉRICA

Retrato póstumo de Cristóbal Colón,
pintado por Sebastiano del Piombo, 1519.

Cristóbal Colón era probablemente natural de la ciudad de Génova, en el norte de Italia, aunque sus circunstancias personales le llevaron a iniciarse como marinero bajo la bandera de Portugal, el reino ibérico que durante el siglo XV estuvo a la vanguardia de la navegación europea. Durante sus periplos mercantiles, Colón recorrió los descubrimientos portugueses, desde las costas africanas hasta los archipiélagos atlánticos. No de menor importancia fueron sus recorridos por Europa, que incluyeron visitas a Inglaterra y los Países Bajos, y un probable viaje a Islandia, donde tal vez recopiló noticias sobre la desaparecida colonia groenlandesa, y las tierras ubicadas más al oeste de dicha isla.

Viviendo, como vivía, en un ambiente enfervorizado por la circunnavegación africana, que tenía por objetivo alcanzar las costas asiáticas, no es de extrañar que Colón concibiera su propio plan de navegación a las Indias. Partiendo de una hipótesis correcta, que era la de la esfericidad de la tierra, pero también de los cálculos erróneos sobre la circunferencia de la tierra, elaborados por el florentino Toscanelli, Don Cristóbal estimó que la ruta más corta para alcanzar su objetivo era cruzar el Océano Atlántico. Colón expuso su proyecto a la corona portuguesa, la cual lo desechó por los errores de Toscanelli. Convencido de su factibilidad, Don Cristóbal expuso la idea nuevamente a los Reyes de Castilla y de Aragón, pero las amplias prerrogativas que exigía por dirigir la exploración, y las imprecisiones geográficas que sustentaban su proyecto, jugaron en su contra.


Finalmente, y tras interminables gestiones, en las que intervino el converso valenciano Luis de Santángel, Colón obtuvo el apoyo de la Reina Isabel de Castilla, que formalizó las exigencias colombinas en abril de 1492, en un documento denominado la Capitulaciones de Santa Fe. Contando con el apoyo financiero indispensable, Don Cristóbal contrató la nao Santa María, del cántabro Juan de la Cosa, y las carabelas La Pinta y la Niña, contando para ello con el apoyo de los hermanos Pinzón. La expedición partió del Puerto de Palos, en Andalucía, el día tres de agosto de 1492, y arribó a la isla de Guanahani, en las Islas Bahamas, el 12 de octubre de ese mismo año. Tras recorrer diferentes islas de El Mar Caribe, entre las que sobresalían las de Cuba y la Española, la expedición retornó a Europa a comienzos de 1493.


Colón regresó de El Caribe convencido de haber alcanzado las costas asiáticas, una idea que nunca desechó, pese a que jamás llegaría a contactar con los gobernantes chinos o japoneses en los siguientes tres viajes que hizo al continente. Posteriormente moriría en 1506, todavía creyendo haber llegado cerca de la India. Sin embargo, poco antes de morir Don Cristóbal, otros exploradores y cosmógrafos comprendieron que aquellas tierras nada tenían que ver con Asia, y que constituían un continente ignorado por la inmensa mayoría de los habitantes del Viejo Mundo. Pedro Mártir de Anglería propuso el término de “Nuevo Mundo”, aunque una serie de casualidades propiciaron que se terminara imponiendo “América” como su nombre, haciendo honor al cosmógrafo florentino Américo Vespucio, al que un texto falso atribuyó la autoría del descubrimiento.



BIBLIOGRAFÍA


Wikipedia, "Américo Vespucio", en https://goo.gl/Mj5e0O, página modificada a tres de enero de 2016, visitada a seis de enero de 2016.


Wikipedia, "Capitulaciones de Santa Fe", en https://goo.gl/oBUI8i, página modificada a 19 de noviembre de 2015, visitada a seis de enero de 2016.


Wikipedia, "Cristóbal Colón", en https://goo.gl/Bhhkf0, página modificada a seis de enero de 2016, visitada a seis de enero de 2016.



IMÁGENES



Sebastiano del Piombo, "Man said to be Christopher Columbus", en https://goo.gl/LaJBSR, via Wikimedia Commons.

LA ÉPOCA DE LOS DESCUBRIMIENTOS

La Pinta, La Niña y la Santa María
Finalmente, el 12 de octubre de 1492, un marinero del Mediterráneo occidental, al mando de tres veleros, desembarcó en una remota isla caribeña llamada Guanahani, a la que bautizó como San Salvador. Fue de esta forma que Cristóbal Colón se ganó su puesto en la historia universal. La gesta colombina, sin embargo, tenía antecedentes complejos, que comprendían contextos tecnológicos, culturales, políticos y sociales, así como la historia particular del principal promotor de la navegación transatlántica. Abordaremos en esta entrada los antecedentes tecnológicos y culturales de la navegación transatlántica, y dejaremos para otra posterior la discusión sobre el descubrimiento.
Coca Hanseática

Desde la tecnología, la navegación atlántica fue posible gracias al encuentro de las tradiciones nórdicas y mediterráneas. En lo que respecta a la construcción naval, las naves incorporaron el timón de codaste, documentado en las cocas hanseáticas desde el siglo X, el cual facilitó la navegación en aguas abiertas. Esencial fue la adopción de la vela triangular, usada en los butres islámicos, mas fácil de manejar, y que permitía aprovechar los vientos laterales. Estas, y otras innovaciones, posibilitaron la aparición de embarcaciones aptas para la navegación atlántica, como las naos, las carabelas y las carracas, en cuya construcción destacaron los astillero portugueses.

Hombre midiendo su posición valiéndose de un astrolabio

Las innovaciones tecnológicas se extendieron a los instrumentos de navegación, entre los que destacan el astrolabio, que permitía medir las latitudes, el tiempo y las distancias; la brújula, que marcaba el norte magnético, y las cartas de navegación. A ellos se sumaron otros conocimientos heredados desde la antigüedad, como lo eran la esfericidad de la tierra, y las posibles medidas de su circunferencia.

Y de no menor entidad, fue la experiencia empírica acumulada por los marineros portugueses en sus exploraciones atlánticas del siglo XV, que les permitieron comprender el comportamiento circular de los vientos, un conocimiento vital para trazar las rutas de ida y vuelta de sus exploraciones, en un momento en el que la energía eólica era la principal fuerza motriz de la navegación.

Fueron precisamente los portugueses quienes dieron paso a la llamada Época de los Descubrimientos. Una vez finalizada su reconquista, el Reino de Portugal quedó relegado a una esquina de la Península Ibérica, sin más posibilidad de expansión que las basadas en empresas ultramarinas. No es de extrañar, por tanto, que sus gobernantes vieran en la circunnavegación africana una posibilidad para comerciar directamente con Asia, superando de tal manera las restricciones mercantiles impuestas a Europa por el Mundo Islámico. Con la corona a la cabeza, los marineros portugueses comenzaron a explorar las costas africanas y el Océano Atlántico, entonces también conocido como el Mar Tenebroso. En pocas décadas los portugueses descubrieron y colonizaron diversos archipiélagos atlánticos, y superaron la línea ecuatorial, sentando las bases indispensables para concretar la circunnavegación africana.

La Corona Castellana, empeñada como estaba en conquistar al Reino de Granada, se sumó tardíamente a las exploraciones del Atlántico, intentando disputar a Portugal la primacía sobre la ruta a la India. Pero fracasaría en su empeño, y al final tuvo que conformarse con la conquista y colonización de las Islas Canarias, un archipiélago a primera vista de no tanto valor, pero que a la postre sería de vital importancia como punto de partida a la navegación americana.

Todo este arsenal de tecnologías, conocimientos náuticos, y de potenciales bases de aprovisionamiento para la exploración atlántica, estuvieron a disposición de Cristóbal Colón cuando inició su carrera como marinero.


BIBLIOGRAFÍA

Wikipedia, "Volta do Mar", en https://goo.gl/1v4KrM, página modificada a nueve de diciembre de 2015, visitada a 19 de enero de 2016.

Wikipedia, "Era de los Descubrimientos", en https://goo.gl/O6qssd, página modificada a 19 de diciembre de 2015, visitada a seis de enero de 2016.


IMÁGENES

E. Benjamin Andrews, "1893 Niña Pinta y Santa María réplicas", en https://goo.gl/wLR6iF, via Wikimedia Commons.

Willem Blaeu, "See astrolabium", en https://goo.gl/igBHDZ, vía Wikimedia Commons.

"Kogge", en https://goo.gl/WIbcFn, via Wikimedia Commons.


martes, 5 de enero de 2016

ANTES DE COLON: OTROS DESCUBRIMIENTOS

Exploraciones Medievales Vikingas de los siglos IX al XI.

Controvertidas son las informaciones sobre visitantes del Viejo Mundo a tierras americanas antes de Colón. Desde dicha perspectiva, el concepto del descubrimiento no ha sido solamente un asunto entre los partidarios de los paleoindios y los partidarios colombinos, si no que también cuenta en sus filas con aquellos que argumentan a favor de una expedición China del Siglo XV, o sobre la llegada de los Polinesios, o sobre el establecimiento de los Vikingos en las frías tierras del norte.

Dado que ninguna prueba sustenta la llegada de los juncos chinos a las costas pacíficas americanas, dejaremos de lado su discusión. Mas consistente pareciera ser la conexión entre los Polinesios y los indígenas del Nuevo Mundo, dado que las tradiciones agrícolas polinesias incorporaron, en algún momento de su historia, el cultivo de la batata, que es una planta americana. Pero a falta de otras pruebas que afinen dónde y cuándo llegaron, este tipo de conexiones precolombinas están todavía sujetas a confirmación.

Recreación del asentamiento Vikingo de Vinlandia,
en la Isla de Terranova, Canadá.

Donde no queda duda es sobre la llegada de los Vikingos a las latitudes septentrionales americanas. Su presencia en esas tierras frías la documentaron las sagas de los groenlandeses, unos textos medievales escandinavos, en los que se narraba la colonización Vikinga de Groenlandia. De acuerdo a estas sagas, a finales del siglo X una embarcación islandesa a la deriva descubrió la Isla de Groenlandia

La noticia no pasó desapercibida, y fue aprovechada por Eric el Rojo, un islandés proscrito que lideró la ocupación de la isla, donde fundó dos pequeñas colonias. Posteriormente, entre los siglos X y XI, otras expediciones descubrieron otras tierras más al oeste de Groenlandia, a las que llamaron Marklandia, Helullandia y Vinlandia, durante largo tiempo identificadas con territorios canadienses.
Báculo medieval de marfil de morsa.

La presencia escandinava en el Nuevo Mundo, tan largamente debatida, fue confirmada por excavaciones arqueológicas realizadas en la década de 1960 en la Isla de Terranova, donde desenterraron restos de un pequeño poblado Vikingo del siglo X. La ubicación del asentamiento, en un saliente estrecho de la isla, concuerda con las descripciones de las sagas, referidas a un efímero poblado que habían fundado en Vinlandia. Excavaciones más recientes en la Isla de Baffin, cercana a la Península de El Labrador, en Canadá, confirmaron la presencia escandinava en una pequeña factoría, donde los mercaderes groenlandeses compraron a los esquimales dorset productos suntuarios de alto valor, como pieles de animales exóticos, y marfiles de morsa y de narval, estos últimos vendidos por los mercaderes nórdicos en Europa como cuernos de unicornios.

Estos logros marineros fueron posibles gracias a innovaciones técnicas en las embarcaciones nórdicas, que combinaban el uso de remos, velas y timón, en una tradición náutica que posteriormente influiría en la construcción naval del resto de los países europeos del Atlántico.

¿Descubrieron los Escandinavos a América? Si nos atenemos a los conceptos ya citados de Klimovsky, podemos sostener que en cierta manera si que lo hicieron, pero se trató en todo caso de un descubrimiento de nivel 1: un auténtico topetazo, como el de los paleoindios, dado que aunque los exploradores nórdicos eran conscientes de haber alcanzado tierras desconocidas por los habitantes del Viejo Mundo, nunca llegaron a mesurar la dimensión continental del territorio descubierto.

Otra diferencia notoria de sus descubrimientos fue el grado de difusión de sus exploraciones en las redes sociales del Viejo Mundo. Durante casi 400 años los escandinavos establecieron un comercio intermitente entre las tierras canadienses, Groelandia y los países nórdicos, hasta adonde llegaron informaciones sobre aquellas tierras lejanas del oeste, y de sus particulares habitantes, a los que llamaban skraeling (desgraciados). La expansión del cristianismo entre los vikingos también facilitó la difusión de algunas noticias sobre el Nuevo Mundo hasta en el propio Vaticano, que durante el medioevo instituyó un Obispado en Groelandia.

Sin embargo, a comienzos del siglo XV despareció la población groenlandesa, y para cuando Colón comenzó su carrera de marinero, solamente las sagas escritas, las tradiciones orales islandesas, y alguno que otro documento, conservaba la memoria sobre las tierras de los skraeling.


BIBLIOGRAFIA

Anastasia Gubin, "Excavan restos vikingos en la Isla de Baffin de Canadá", en La Gran Epoca, http://goo.gl/nyZR9e, página creada el 22 de octubre de 2012, visitada a siete de enero de 2016.

Wikipedia, "Asentamientos Vikingos en América", en https://goo.gl/cwVzuL, página modificada a 24 de noviembre de 2015, visitada a siete de enero de 2016.

Wikipedia, "Historia de Groenlandia", en https://goo.gl/zY59Sh, página modificada a 29 de noviembre de 2015, visitada a siete de enero de 2016.


IMAGENES

Dylan Kereluk, "Authentic Viking Recreation", https://goo.gl/LYOIF5, vía Wikipedia Commons.

"Ivory Crozier", en https://goo.gl/LYOIF5, vía Wikipedia Commons.

"Viking Voyages", en https://goo.gl/1hjFRT, vía Wikipedia Commons.


LOS ANDES CENTRALES: EL IMPERIO INCA.

Ciudadela de Machu Picchu.

Los cuatro suyu, o circunscripciones administrativas,
del Imperio Incaico
Miles de kilómetros al sur de los aztecas, se desarrolló el Imperio de los Incas, la mayor organización estatal de la América Precolombina. El incario comenzaba al sur Colombia, y se extendía unos 4000 kilómetros desde las costas ecuatorianas hasta las chilenas, donde el río Maule marcaba su frontera meridional. De este a oeste, sus tierras abarcaban las estribaciones de la selva amazónica, los altiplanos y las cumbres andinas, y los desiertos costeros peruanos y chilenos. Este vasto territorio, de casi dos millones de kilómetros cuadrados, era conocido como el Tahuantinsuyu, una palabra quechua que podría traducirse como “las cuatro regiones juntas”, en referencia a los cuatro suyu, o circunscripciones administrativas, en los que se dividía el imperio.

El origen del incario fue humilde, y comenzó en el siglo XIII, en torno a una pequeña población del altiplano llamada Cuzco, que a la postre sería su capital imperial. Durante los dos siguientes siglos los primeros gobernantes, llamados Incas, fraguaron la estructura estatal que posibilitaría la eclosión del imperio. A partir de 1438, con el ascenso del Inca Pachacútec, la expansión del Tahuantinsuyu fue explosiva, y en menos de 100 años conquistaría toda la Región Central Andina, y buena parte de los Andes Meridionales, hasta conformar el extenso territorio que los españoles conocieron en 1534.

Inca Pachacútec.
Buena parte del éxito del Imperio de los Incas se debió a la herencia cultural de las comunidades integradas en la Región Central Andina. Esta región contaba con una historia milenaria, que arrancaba al menos desde hace 4800 años, cuando surgió la civilización de Caral, la más antigua civilización americana, cuyas pirámides fueron construidas al mismo tiempo que se levantaban los zigurat mesopotámicos y las pirámides egipcias. Desde entonces, en el área se sucedieron culturas complejas, entre las que destacaron por su poderío los imperios de Tiahuanaco, Huari y Chimu.

La economía de las comunidades andinas se fundamentaba sobre una agricultura compleja y bien organizada, que incluía obras hidráulicas y terrazas agrícolas, donde los campesinos cultivaban patatas y maíz, así como otros productos complementarios nutritivos, como los frijoles y la quinoa. Otra diferencia notoria entre la Región Central Andina con respecto al resto de las macrorregiones americanas fue la domesticación de la llama y la alpaca, camélidos que aportaron carne, lana y transporte a las economías locales. El desarrollo de la metalurgia, presente en los registros arqueológicos desde 100 años antes de nuestra era, les proveyó de herramientas metálicas en cantidades pocas veces igualada en la América Prehispánica.

Sobre esta sólida herencia cultural los Incas forjaron su imperio, que fue 20 veces más extenso que el de los Aztecas; si bien es justo reconocer que buena parte de su éxito se sustentó sobre el poderío del ejército, y sobre la cuidadosa organización social desarrollada por los Incas, que les permitió administrar la mano de obra de las poblaciones conquistadas con enorme eficacia. A la cabeza de la organización social se encontraba la realeza, integrada únicamente por el Inca, su esposa y el príncipe heredero; a la realeza le seguía en importancia el estrato nobiliario, que incluía a la parentela de los Incas anteriores, así como a los nobles por privilegios; y por último, se encontraba la gente común, conocida como hatun runa, los cuales se vinculaban a grupos parentales específicos, denominados ayllu. Dentro de este último estrato se incluían a poblaciones desplazadas al servicio del estado, que cumplían labores específicas, como la fundición de metales o la siembra de coca.

El trabajo de los hatun runa era comunitario y rotativo, y se le conocía como mita. La producción era administrada por los ayllu, que se encargaban de entregarla al estado para su redistribución. Aunque el sistema de mita formaba parte de las tradiciones culturales andinas, fue bajo el gobierno de los Incas cuando alcanzó su máxima expresión, puesto que estos implementaron un sistema de almacenes, carreteras y de contabilidad, que les permitía redistribuir la producción de acuerdo a las necesidades de la población, o a la conveniencia del imperio.

La organización estatal puede definirse como una monarquía teocrática, a cuya cabeza estaba el Sapa Inca, al que se consideraba de origen divino. El gobierno lo complementaba el Consejo Imperial, que integraba a los gobernadores de los cuatro suyu (circunscripciones administrativas en que estaba dividido el Tahuantinsuyu), a los que se sumaban el príncipe heredero, el sumo sacerdote, un sabio, al que llamaban Amauta, y el general del ejército imperial. A diferencia del Imperio Azteca, el Inca era un imperio territorial, de manera que su dominio no solamente implicaba la imposición de tributos, si no que concedía especial importancia a la homogeneización cultural y lingüística.

Al igual que los Aztecas, la visión del mundo de los Incas era restringida, y se expandía poco más allá de los límites imperiales. Los Incas asimilaban la tierra con el cuerpo de un puma, y creían que su superficie era plana, y que estaba organizada en torno a los cuatro puntos cardinales. Los Incas también creían que existían otros mundos por encima y por debajo de la superficie terrestre. En el mundo superior vivían los dioses, y a él llegaban las personas justas. El inferior era el mundo de los muertos, donde además residían las almas de los no nacidos. Pese a las mayores dimensiones del imperio, los Incas probablemente nunca llegaron a sospechar sobre la existencia del Imperio Azteca. Es posible que alguna noticia si tuvieran sobre Panamá, dónde los indígenas dieron a los conquistadores españoles las primeras informaciones sobre un fabuloso reino que existía en las costas de la Mar del Sur. Sin embargo, antes de la llegada de Colón, otras poblaciones del Viejo Mundo arribaron a las costas americanas, tal como veremos a continuación.


BIBLIOGRAFIA

Wikipedia, “Civilizaciones Andinas”, https://goo.gl/IgRySy, página modificada a 15 de diciembre de 2015, visitada a cinco de enero de 2016.

Wikipedia, “Civilización Caral”, en https://goo.gl/wjkcSF, página modificada a 8 de diciembre de 2016, visitada a día cinco de enero de 2016.

Wikipedia, “Imperio Incaico”, en https://goo.gl/jg8Zk, página modificada a 29 de diciembre de 2015, visitada a cinco de enero de 2016.



IMÁGENES

Pedro Szekely, “Machu Picchu, Perú”, en Wikimedia Commons, https://goo.gl/dhb4Ja.

“Pachacuti_Murua”, en Wikimedia Commons, https://goo.gl/phcf9g.

"Inca Empire South America", en Wikimedia Commons, https://goo.gl/76Gfwm.

domingo, 27 de diciembre de 2015

ALTAS CULTURAS AMERICANAS: EL IMPERIO AZTECA

Áreas de Altas Culturas Americanas: Mesoamérica y el Área Andina.
Elaboración propia.

Antes de Colón, las sociedades americanas más complejas se concentraban en dos grandes polos de civilización: la macrorregión llamada Mesoamérica, donde destacaban el Imperio Azteca, el Reino de Tzintzuntzan, y los estados mayas; y la macrorregión conocida como la Región Central Andina, dominada casi en su totalidad por el Imperio Inca. Otros polos de civilización menos complejos se desarrollaron en el Área Intermedia, en la que sobresalía la Confederación Muisca, en las tierras altas colombianas. Por razones de espacio, nos centraremos en delinear a Mesoamérica y al Área Andina, haciendo especial énfasis en sus dos estados más importantes: El Imperio Azteca y el Imperio Inca.


MESOAMÉRICA: EL IMPERIO AZTECA


Glifo  de la ciudad de México Tenochtitlan: Códice Mendoza.

En Mesoamérica la civilización surge con la cultura Olmeca, que floreció hace 3.500 años en las selvas tropicales del sur de México. La cultura Olmeca irradió hasta el altiplano mexicano, por el norte, y hasta las tierras mayas, por el sur, sentando las bases del desarrollo cultural de numerosos grupos en los siguientes dos milenios. Particularmente complejas fueron las sociedades de las Tierras Altas mexicanas, donde se sucedieron poderosos estados, entre ellos el Azteca, un imperio nacido a comienzos del siglo XIV en un islote del Lago Texcoco, desde donde extendió su poderío sobre 250,000 Km² del estado mexicano moderno. Su capital se llamaba Tenochtitlan, la ciudad más grande de Mesoamérica, y en su momento, con sus 200,000 habitantes, una de las más pobladas del mundo.
Guerrero Jaguar


La sociedad azteca estaba estratificada entre una casta de nobles, llamados Pipiltin, de la que se elegía al Tlatoani, cabeza del estado, al cual los españoles llamaron emperador. El resto de la población pertenecía al estrato de los macehualtin, que incluía a labradores, artesanos y mercaderes, todos ellos pagadores de tributos, y con obligaciones militares. Gracias a su organización militar, los Aztecas vencieron a casi todos sus vecinos, a los que impusieron tributos onerosos, pero sin llegar a asimilarlos desde un punto de vista lingüístico y cultural. Su modelo de estado era el Imperio no territorial, una entidad estatal en la que lo más importante es la percepción del tributo, y no el dominio de los territorios conquistados.

La economía del imperio la completaban con una agricultura altamente productiva, en unas parcelas ganadas a las aguas de los lagos del centro de México, a las que llamaban chinampas. Los campesinos cultivaban en ellas numerosos productos, en particular el trío integrado por el maíz, los frijoles y las calabazas, que constituían la base alimenticia de la mayor parte de los pueblos mesoamericanos. En el campo de la artesanía destacaron en la orfebrería y la lapidaria, así como en un arte tan americano, como el plumario. Su gremio de mercaderes, los Pochteca, era poderoso, y sus partidas comerciales alcanzaban los desiertos mexicanos al norte, y las selvas tropicales centroamericanas al sur. Durante sus viajes, los mercaderes actuaban como espías, recogiendo información sobre los lugares que visitaban, que finalmente transmitían a la cabeza del Imperio.

La religión azteca era politeísta, y estaba controlada por el estado. Su máxima expresión eran los templos integrados en el recinto del Templo Mayor, que se encontraba en el centro de la capital. Su visión del mundo era limitada, y tal como constató Hernán Cortés en su viaje a Honduras, los territorios conocidos llegaban hasta los confines de sus partidas comerciales.

Como muchos pueblos de Mesoamérica, los Aztecas creían que la tierra era el cuerpo de una diosa cocodrilo, a la que llamaban Cipactli, la cual flotaba sobre un mar primordial. A su entender, los puntos de nacimiento y de ocaso del sol durante los solsticios y los equinoccios definían las cuatro esquinas del cosmos, al que representaban con la forma de una cruz encerrada en un cuadrilátero. Pensaban que tanto el cielo como el subsuelo estaban divididos en diversos niveles. Más allá de los mares que rodeaban al mundo vivían los dioses, una creencia que inicialmente les causó gran estupor cuando llegaron los españoles desde el oriente.

Representación de la Diosa Cipactli, el Monstruo de la Tierra.


Debido al escaso desarrollo de los medios de transporte, tanto marítimos como terrestres, ni los Aztecas, ni los demás pueblos mesoamericanos, llegaron nunca a establecer contacto directo con el Incario, en Los Andes Centrales, cuyo imperio constituía la entidad estatal más compleja de todo el continente americano.


BIBLIOGRAFIA

Wikipedia, "Imperio Azteca", en https://goo.gl/yK0y9w, página modificada el cuatro de enero de 2016, visitada a siete de enero de 2016.

Wikipedia, "Mesoamérica", en https://goo.gl/atgQTB, página modificada el dos de enero de 2016, visitada a siete de enero de 2016.


IMÁGENES

"Códice Mendoza", por https://goo.gl/BROA4f, vía Wikimedia Commons.

"Guerrero Jaguar Mexica", en https://goo.gl/0lNZqq, via Wikimedia Commons.

Giggete, "Cipactli", en https://goo.gl/NDfHKs, via Wikimedia Commons.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

LA RED SOCIAL PRECOLOMBINA EN EL SIGLO XV


Mercaderes mexicanos transportando su carga

Los descendientes de los paleoindios prosperaron en las nuevas tierras dando paso al mosaico cultural que los europeos conocieron en los siglos XV y XVI. Aunque en ciertas zonas persistieron bandas de cazadores y recolectores, en buena parte del continente los indígenas evolucionaron hasta convertirse en sociedades agricultoras jerarquizadas. En algunos casos, su organización social y política alcanzó tal grado de complejidad, que podemos hablar de auténticos imperios.

Pese a sus logros, las sociedades precolombinas afrontaron dos condicionantes que limitaron su evolución: la primera de ellas, fue su desconexión de las redes sociales del Viejo Mundo, motivada por el aislamiento geográficas del continente americano, el cual se vio agravado por el escaso desarrollo de los medios de transporte marítimos mundiales. Debido a esta desconexión, los indígenas ignoraron inventos como la pólvora del Lejano Oriente, la escritura alfabética de Oriente Medio, o tecnologías tan extendidas por el Viejo Mundo como la de la metalurgia del hierro.

La otra limitante se derivó del éxito cinegético de sus antepasados paleoindios: cuando arrancó la revolución neolítica americana, la fauna local carecía de especies domesticables de un tamaño equiparable a las del Viejo Mundo. Desde el punto de vista de la alimentación, esta carencia la atenuaron desarrollando una agricultura altamente productiva. En realidad, donde más afectó la ausencia de animales domésticos de gran porte fue en los transportes terrestres, que en la inmensa mayoría de los casos se relegaron a cargadores humanos, con las consiguientes limitaciones en el tamaño de las cargas transportadas, y en las distancias recorridas.

Debido a los dos factores anteriores, las posibilidades de interacción de cada grupo fueron reducidas, y sus relaciones directas solían limitarse a poblaciones cercanas, todas ellas insertadas dentro de unas redes de interacción de dimensiones limitadas, a las que llamaremos macrorregiones. La intensidad de las relaciones económicas, políticas y culturales entre las comunidades vinculadas favorecieron una cierta homogenización cultural dentro de las macrorregiones, lo que confiere a cada una de ellas una cierta identidad frente a las macrorregiones vecinas.

Fuente: Elaboración propia.

Se estima que en América hubo unas 22 macrorregiones, algunas de las cuales se integraron en una red de intercambio mayor, denominada “América Nuclear”. La “América Nuclear” abarcaba a Mesoamérica, la llamada Área Intermedia, y los Andes Centrales, que en su conjunto poseían las poblaciones americanas más complejas. Fuera de la América Nuclear, los contactos indirectos se extendieron de norte a sur por todo el continente, aunque debido al bajo nivel de desarrollo de los transportes terrestres y marítimos, y a la particular fisonomía del Nuevo Mundo, en esta inmensa red social precolombina las relaciones directas se limitaban, por lo general, a grupos de macrorregiones vecinas, por lo que la difusión de información solía pasar en cadena de una a otra macrorregión.

Esta enorme red social precolombina posibilitó la circulación de innovaciones tecnológicas y culturales entre Norte y Sudamérica, si bien el paso de un invento de una macrorregión a otra podía demorar siglos. Transcurrieron casi mil años, por ejemplo, para que la metalurgia del cobre y el oro pasara de los Andes Centrales hasta el corazón de México; y el cultivo del maíz, desarrollado en México en torno al año 3.000 antes de nuestra era, tardó casi 4.000 años en difundirse entre los indígenas del suroeste y del este de los Estados Unidos. Evidentemente, la difusión de innovaciones no sólo obedecía a las dificultades de transporte de una macrorregión a otra, si no también a la voluntad de los grupos implicados en adoptar, o no, aquellas tecnologías, o artefactos culturales, que les llegaban de otros sitios. De tal manera, bastaba con que un eslabón de la cadena rechazara adoptar una innovación temporalmente, para que su difusión por toda la red se demorara siglos.

Posibilidades de interacción entre las diferentes macrorregiones.
Fuente: Elaboración propia.

Pese a las enormes limitaciones de interacción descritas, algunas poblaciones de la América Nuclear evolucionaron hasta convertirse en altas culturas, que en numerosos aspectos sorprendieron a los conquistadores. En la siguiente entrada hablaremos de esas sociedades que destacaban en América cuando llegó Colón.


BIBLIOGRAFIA

Wikipedia, "Area Cultural", en https://goo.gl/Lx1sBE, página modificada a 26 de julio de 2015, visitada a siete de enero de 2016.



IMAGENES

"Pochtecas con su carga", en https://goo.gl/CJRcrN, vía Wikimedia Commons.