La verdad… ¿Qué es la verdad en la historia? ¿Existen acaso verdades históricas absolutas? Adam Schaff, en su libro “Historia y Verdad”, hizo una discusión lúcida sobre este asunto. En su obra, Schaff sostiene que la verdad absoluta en la historia es la suma de una serie de verdades relativas. En cada época, cada sociedad revisa su pasado para escribir una historia que responde a sus circunstancias y a sus necesidades presentes. La aparición de nuevas fuentes, el desarrollo de nuevas teorías y de nuevos métodos de análisis, o la evolución de las preocupaciones sociales en cada época determinada, introducen variaciones importantes en el trabajo del historiador.
El descubrimiento de América no
escapa a esa lógica, desde la cual resulta más sencillo explicar la
evolución del gobierno colombiano frente a las celebraciones del IV
y el V Centenario de la llegada de Colón al “Nuevo Mundo”: si en
1882 su presidente regaló a España el Tesoro de los Quimbayas, en
1992 una sensibilidad diferente propició iniciativas para repatriar
el tesoro a Colombia. En menos de 100 años las elites culturales del
país pasaron de reconocer al hispanismo como pivote de la identidad
nacional a posicionarse en posturas críticas a la conquista, en las
que otorgan mayor relevancia a su herencia nativa.
¿Quiere eso decir que ni Colón ni
los españoles descubrieron nada en América? Para responder a esta
última pregunta, convendrá recuperar las reflexiones de Schaff
sobre la verdad en la historia. Que cada sociedad revise su pasado en
un momento determinado para escribir su historia, de ninguna manera
implica que en la escritura de la historia primen las lecturas
subjetivas del pasado frente a la objetividad de los datos que los
describen: sin lugar a dudas, la subjetividad del historiador
interviene en la construcción del relato histórico, pero su relato
será histórico en la medida de que su punto de vista no deforme los
eventos del pasado. Bajo estas coordenadas es que debe revisarse el
concepto de “Descubrimiento de América”.
Decir que los paleondios descubrieron
a América es una verdad parcial que, por otro lado, no invalida el
hecho de que los vikingos también descubrieran al continente para el
mundo escandinavo, o que Colón también lo hiciera después para la
Corona Hispánica y el resto del Viejo Mundo. A su manera, cada uno
de ellos, y de acuerdo a sus circunstancias, descubrieron una porción
del planeta que era ignorada por la inmensa mayoría de la humanidad.
Es sin lugar a dudas en este último punto donde reside una de las diferencias más radicales entre uno y otro descubrimiento, pues
mientras los descubrimientos de los paleoindios, y los de los
vikingos, sólo implicaron a una pequeña porción del género
humano, los descubrimientos de Colón, que coincidieron con la eclosión de la imprenta, se difundieron por todo el
planeta, y las acciones derivadas de ese acto inauguraron una nueva
época de la historia mundial.
Por otro lado, recuperando el enfoque
de Klimovsky, podemos argumentar que tanto los descubrimientos de los
paleoindios, como los de los vikingos, y hasta cierto punto los
descubrimientos de Colón, fueron auténticos topetazos: todos ellos
tenían conciencia de haber descubierto algo nuevo, pero jamás
captaron la realidad de las tierras a las que habían llegado. De
hecho, Colón murió en 1506 creyendo haber viajado a las costas
orientales asiáticas; sus exploraciones, sin embargo, abrieron las
puertas para que otros cartógrafos europeos, como Américo Vespucio,
comprendieran que las tierras a las que había llegado pertenecían a
un continente desconocido. Desde la perspectiva de Klimovsky, sería
éste un descubrimiento de nivel dos, en el que al descubrimiento
inicial se añadió una conceptuación precisa, que por primera vez
en la historia de la humanidad era congruente con la realidad
geográfica americana.
Por lo tanto, podemos concluir que
sostener que Colón descubrió a América el 12 de octubre de 1492 es
una verdad histórica parcial, pero que a diferencia de los descubrimientos anteriores, la difusión de la noticia, y sobre todo las
consecuencias derivadas de ese acto, cambiaron para siempre el curso de la historia de la
humanidad.
BILIOGRAFIA
Gamboa
Hinestrosa, Pablo (2008). “El tesoro de los Qimbayas un siglo
después”. En Policromías
de una Región. Procesos históricos y construcción del pasado local
en el eje cafetero.
Editado y coordinado por el Dr. Alexander Betancourt Mendieta.
México: Universidad Autónoma de San Luis Potosí y Red Alma Mater
del Eje Cafetero.
Shaff, Adam (1982). Historia y Verdad:
ensayo sobre la objetividad del conocimiento histórico. Barcelona,
Buenos Aires, México: Editorial Grijalbo.
IMÁGENES
Magnifying Glass, en https://goo.gl/b6TM8e.
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