miércoles, 6 de enero de 2016

CONCLUSIONES



La verdad… ¿Qué es la verdad en la historia? ¿Existen acaso verdades históricas absolutas? Adam Schaff, en su libro “Historia y Verdad”, hizo una discusión lúcida sobre este asunto. En su obra, Schaff sostiene que la verdad absoluta en la historia es la suma de una serie de verdades relativas. En cada época, cada sociedad revisa su pasado para escribir una historia que responde a sus circunstancias y a sus necesidades presentes. La aparición de nuevas fuentes, el desarrollo de nuevas teorías y de nuevos métodos de análisis, o la evolución de las preocupaciones sociales en cada época determinada, introducen variaciones importantes en el trabajo del historiador.

El descubrimiento de América no escapa a esa lógica, desde la cual resulta más sencillo explicar la evolución del gobierno colombiano frente a las celebraciones del IV y el V Centenario de la llegada de Colón al “Nuevo Mundo”: si en 1882 su presidente regaló a España el Tesoro de los Quimbayas, en 1992 una sensibilidad diferente propició iniciativas para repatriar el tesoro a Colombia. En menos de 100 años las elites culturales del país pasaron de reconocer al hispanismo como pivote de la identidad nacional a posicionarse en posturas críticas a la conquista, en las que otorgan mayor relevancia a su herencia nativa.

¿Quiere eso decir que ni Colón ni los españoles descubrieron nada en América? Para responder a esta última pregunta, convendrá recuperar las reflexiones de Schaff sobre la verdad en la historia. Que cada sociedad revise su pasado en un momento determinado para escribir su historia, de ninguna manera implica que en la escritura de la historia primen las lecturas subjetivas del pasado frente a la objetividad de los datos que los describen: sin lugar a dudas, la subjetividad del historiador interviene en la construcción del relato histórico, pero su relato será histórico en la medida de que su punto de vista no deforme los eventos del pasado. Bajo estas coordenadas es que debe revisarse el concepto de “Descubrimiento de América”.

Decir que los paleondios descubrieron a América es una verdad parcial que, por otro lado, no invalida el hecho de que los vikingos también descubrieran al continente para el mundo escandinavo, o que Colón también lo hiciera después para la Corona Hispánica y el resto del Viejo Mundo. A su manera, cada uno de ellos, y de acuerdo a sus circunstancias, descubrieron una porción del planeta que era ignorada por la inmensa mayoría de la humanidad. Es sin lugar a dudas en este último punto donde reside una de las diferencias más radicales entre uno y otro descubrimiento, pues mientras los descubrimientos de los paleoindios, y los de los vikingos, sólo implicaron a una pequeña porción del género humano, los descubrimientos de Colón, que coincidieron con la eclosión de la imprenta, se difundieron por todo el planeta, y las acciones derivadas de ese acto inauguraron una nueva época de la historia mundial.

Por otro lado, recuperando el enfoque de Klimovsky, podemos argumentar que tanto los descubrimientos de los paleoindios, como los de los vikingos, y hasta cierto punto los descubrimientos de Colón, fueron auténticos topetazos: todos ellos tenían conciencia de haber descubierto algo nuevo, pero jamás captaron la realidad de las tierras a las que habían llegado. De hecho, Colón murió en 1506 creyendo haber viajado a las costas orientales asiáticas; sus exploraciones, sin embargo, abrieron las puertas para que otros cartógrafos europeos, como Américo Vespucio, comprendieran que las tierras a las que había llegado pertenecían a un continente desconocido. Desde la perspectiva de Klimovsky, sería éste un descubrimiento de nivel dos, en el que al descubrimiento inicial se añadió una conceptuación precisa, que por primera vez en la historia de la humanidad era congruente con la realidad geográfica americana.

Por lo tanto, podemos concluir que sostener que Colón descubrió a América el 12 de octubre de 1492 es una verdad histórica parcial, pero que a diferencia de los descubrimientos anteriores, la difusión de la noticia, y sobre todo las consecuencias derivadas de ese acto, cambiaron para siempre el curso de la historia de la humanidad.


BILIOGRAFIA

Gamboa Hinestrosa, Pablo (2008). “El tesoro de los Qimbayas un siglo después”. En Policromías de una Región. Procesos históricos y construcción del pasado local en el eje cafetero. Editado y coordinado por el Dr. Alexander Betancourt Mendieta. México: Universidad Autónoma de San Luis Potosí y Red Alma Mater del Eje Cafetero.

Shaff, Adam (1982). Historia y Verdad: ensayo sobre la objetividad del conocimiento histórico. Barcelona, Buenos Aires, México: Editorial Grijalbo.


IMÁGENES

Magnifying Glass, en https://goo.gl/b6TM8e.


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